Javier Pacheco (peregrino y organizador de la Macrofiesta del Rosario)

>> Puedes ver la versión en vídeo de este testimonio transcrito, haciendo click sobre la fotografía.

 

Soy Javier Pacheco. Vengo de Barcelona, tengo 37 años y vengo por segunda vez a Medjugorje. Digo “por segunda vez” porque espero volver, no cada año, pero sí muchas veces más.

Podría contar muchas cosas, pero me quedaría, básicamente, con dos. La primera es el poder infinito de la oración. Muchos días, muchas veces, rezamos sin sentir. Muchas veces, no tenemos fuerza para seguir adelante, pero ahí te das cuenta de que, cuando uno es fiel, cuando uno es leal, Jesús nunca se deja ganar en generosidad. Medjugorje, que es un pueblo que físicamente, humanamente, pues tiene poco, es un lugar que lo tiene todo. Yo, en Medjugorje he aprendido a base de testimonios de personas, de ejemplos de vida, de menos palabras y más kilos de hechos, como, en este caso, el del matrimonio de Red Gospa, Nikola e Irene. Que con pequeños gestos de amor se puede conseguir, casi, mover montañas enteras. Y de eso va la fe. Y aquí lo he aprendido, en Medjugorje. Confiar, donde la razón es incapaz de llegar. Donde la Virgen se aparece a gente normal, en un pueblo normal. Como el mismo Jesucristo, que nació en un portal de Belén y no en un palacio.  Aquí te das cuenta que Jesucristo no nos necesita para nada pero nos quiere para todo. En este pueblo te das cuenta de que miles de personas normales que vienen con corazones heridos, con cruces enormes, abren el corazón al Señor, siempre a través de María, y les llena la luz de la esperanza. Una esperanza que les anima a seguir luchando, porque todo amor, muchas veces, requiere soportar muchas cruces. Venir a Medjugorje es como alimentar la parte del alma y del corazón que, sin querer, en nuestra rutina del día a día, desaparece o está dormida.

De Medjugorje podría decir mil cosas más, pero muchas cosas hay que vivirlas para poderlas experimentar. Muchas de las sensaciones se ven a posteriori. Pero, sobre todo, que esa luz que uno recibe, esa gracia que uno recibe en Medjugorje, pues la tiene que seguir transmitiendo en sus hogares. Ese Medjugorje tenemos que ser capaces, como la propia Red Gospa dice, de transmitirlo en nuestras casas, en nuestras ciudades, esa luz de esperanza y de gente normal. Repito, de gente normal. Con esos pequeños gestos de cariño en todo lo que hagamos. Nos guste o no nos guste. Nos apetezca o no nos apetezca. Porque aquí aprendes que la vida es una continua lucha entre el deber y el querer, y a veces no coinciden. Hay que acabar queriendo el deber, hay que aprender a decir que no. Vivimos en una sociedad en la que se nos inculca que, sí o sí, hay que hacer lo que a uno le apetezca y, a veces, ese “apetecer” no es lo que uno “debe”. Y aquí te das cuenta de que la libertad radica en elegir aquello que te hace bien, porque el libre es aquel que puede elegir entre sí o no.

En el Cenáculo aprendimos que la gente, antes de entrar en el Cenáculo, no era libre porque no tenía capacidad de elegir, porque estaba atado a vicios y pasiones que no podría controlar. Pero, gracias a la oración, se convierte en una persona libre porque tiene la capacidad, de corazón y de razón, de aun pudiendo tener tentaciones, poder escoger. Con lo cual, hay quien dice que no hay nadie más libre que aquel que está atado al “sí” porque puede elegir entre el “sí” y el “no”. En el Cenáculo hemos aprendido sobre la figura del “ángel de la guarda”, esa persona que no te dice lo que quieres escuchar, sino lo que necesita oír tu corazón. El Cenáculo a mí me ha enseñado a valorar, con un abrazo, con una sonrisa, con la oración, a esas personas que, para la sociedad, estarían perdidas. Pero que, en realidad, llenan de luz y aportan mucho más a la sociedad que muchos de los que aparentemente la sociedad dice que son perfectos. Los mayores referentes de la historia son aquellas personas que, después de haber pasado por situaciones muy complicadas, a través de su ejemplo, de su valor, de su resurgir, como Jesucristo resucitó, pues han dado ejemplo de esa caída, se han levantado y han seguido adelante.

La Macrofiesta del Rosario

Me encantaría explicaros el proyecto de la Macrofiesta del Rosario. Estamos en un contexto y en un momento insólito en donde lo digital cobra una importancia vital. Eso no es ni bueno ni malo. Todo depende del uso que hagamos de esa tecnología. Al mismo tiempo, por desgracia, vemos contenido en Instagram que fomenta la cosificación de las personas y, llegados al punto de tanto concepto de “influencer”, y sí, lo voy a decir, tanto concepto de “imagen” y “culo”, se necesitan más “referencers”, referentes de ser. Lo que consume tu mente, podríamos decir, que controla tu vida. Si estamos acostumbrados a ofrecer un contenido falto de valor, la gente no podrá ofrecer cosas de valor porque lo que tiene dentro está carente de valor. Y a raíz de ahí nació la Macrofiesta, de esa necesidad de aportar un contenido que ofrezca esperanza, y a través de la oración preferida de María, que es el Rosario. Es una manera de rezar el Rosario discernida, divertida, en familia, con personalidades diferentes, con mundos diferentes, pero sobre todo con una bandera común, que es la bandera del Cielo. Nuestro objetivo es llegar al Cielo y eso es lo que nos tendría que unir a todos como gran familia. Y de ahí nace la Macrofiesta. Todos los domingos, a las nueve y media, a través de las cuentas personales de los que dirigimos esta Macrofiesta: el Padre Quintana, Javi Pacheco y dos chicas que se llaman Clara y Laurita. Pero la Macrofiesta somos todos.

Y, ¿por qué estamos en Medjugorje? Estamos en Medjugorje porque es tierra de María y el Rosario es la oración preferida de la Madre de Dios. Estamos aquí como consecuencia de milagros espectaculares que ha ido haciendo María a través de la oración. Muchos días, nosotros, yo por lo menos, rezaba y pensaba “uf… no me apetece” pero es que en ese “no me apetece” es donde Dios valora más ese gesto de amor. Gente que no se suicida. Casos de gente de la Macrofiesta que deciden no abortar y nos mandan la ecografía mensualmente. Gente que decide seguir adelante con sus matrimonios. Y gente que decide confesarse y cambiar su vida, con lucha.

¿Por qué hemos venido a Medjugorje con Red Gospa? Yo creo que sobran palabras, hay que vivirlo. Hay que vivir esa experiencia con Nikola y con Irene para entender lo que significa que ellos dirijan una peregrinación. Todos los coches te pueden llevar a un mismo sitio, pero hay unos en que ese camino lo vives de una manera u otra. Esa sensación de delicadeza, de familia, de naturalidad, de sonrisa, a pesar de las tensiones que seguramente hay, porque hay muchas realidades en una peregrinación; ese dar, ese servicio a los demás, a nosotros, y a mí, me ha cambiado la vida.

Los momentos más bonitos que hemos vivido en esta peregrinación han sido los momentos personales que hemos tenido con las personas en las diferentes actividades que hemos tenido. En esos momentos en los que, a lo mejor, uno estaba cansado, saber que teníamos un papelito en el bolsillo con el nombre de alguien de la peregrinación y decir “este momento en el que no me apetece hacer algo lo ofrezco por ti” . Estos momentos han sido, por lo menos para mí, vitales. Me han llenado el corazón. Esas conversaciones en las que la gente que no tenía luz interior, de repente, está lleno de esperanza para salir de ese pozo, que ellos consideraban sin fondo, y salir de ese remolino… Para mí han sido los mejores momentos de Medjugorje.

Hay una cosa de Medjujorge que, el otro día, en una homilía, Don José María Quintana decía, que es que no olvidemos que el centro de todo cristiano es la Eucaristía. Y que, es cierto, aquí se aparece la Virgen, pero en nuestros hogares, cerca, hay iglesias donde cada día se aparece el Señor. Que tenemos que vivir la Misa no porque nos guste más o menos el carisma de un cura, sino porque tenemos que vivir lo que realmente es la Eucaristía: que el Señor se hace presente para venir a abrazarte.

Medjugorje, agosto 2022.

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