Juan Sánchez (peregrino y exmaestro del reiki )

>> Puedes ver la versión en vídeo de este testimonio transcrito, haciendo click sobre la fotografía.

 

Soy Juan Sánchez. Siempre he estado dentro de la Iglesia pero hubo un momento de mi vida en que me separé y empecé a hacer cosas dentro de la nueva era. Pasé así 17 años. En ese tiempo, sobre todo, practiqué reiki. Tuve mucha rebeldía, mucha soberbia y una falta de humildad tremenda. A pesar de que me preguntaban continuamente si aquello que estaba haciendo estaba bien, yo siempre decía que sí. Pero en el fondo de mi corazón había mucho dolor, muchas heridas que, poco a poco, hubo que sanar. Estuve recibiendo mensajes de un diácono permanente que me dio un documento de los obispos de Estados Unidos hablando, precisamente, sobre reiki. Y, en mi soberbia, se lo devolví diciendo que habían escrito aquello porque no sabían lo que era el reiki. El que más equivocado estaba era yo. Así pasaron en total, como he dicho, 17 años. 

 

Yo llevaba la página web de la parroquia, además, era catequista, fui presidente del movimiento familiar cristiano y estuve también metido en familia y vida, dentro del Obispado, y haciendo cursos de teología. Es decir, que tenía que haberme dado perfectamente cuenta de que todo aquello que yo estaba haciendo no estaba nada bien. Y que, además, era la ruina de mi corazón. Hubo un cambio de párroco en mi parroquia y el nuevo párroco, D. Antonio, empezó a darme documentos, pero no le prometí nada. Una vez al año, yo hacía unos ejercicios espirituales y ese año me propuse ver qué es lo que el Señor quería realmente de mí. Durante aquellos ejercicios, que dediqué plenamente a esto, el Señor fue poniendo muchos mensajes, muchas citas bíblicas, las cuales iban haciendo que mi corazón, completamente de piedra, fuese cada vez un poco más poroso, hasta que llegó el momento en que lo convirtió en un corazón de carne y tuve ese encuentro con Él. A partir de ese encuentro abandoné todo lo que es la nueva era y dejé el reiki, lo primero. Escribí una carta a todos los alumnos que había tenido. En total, más de 1.500. La publiqué también en mi blog. Me creé muchos enemigos pero mi corazón estaba en paz, estaba completamente tranquilo. Había encontrado esa fuente de agua viva, que es el Señor. Que es quien me había sacado de allí. Yo solito me había metido en todo esto, y fue Él quien, poco a poco, fue sacándome, con esos angelitos que había ido mandando. La primera de todas fue mi esposa.

 

A partir de ese encuentro que tuve con Él delante de un Sagrario, en un oratorio de una casa de ejercicios, mi vida cambió muchísimo. Además de dejarlo todo, sentí la llamada a dar testimonio allí donde me lo pidiera. Mirad, la nueva era se presenta de una forma muy sutil, va penetrando poco a poco. No nos damos cuenta y, sin embargo, nos va alejando de la fe. Yo tenía una fe infantil y fue realmente fácil, a pesar de haber estado en la Iglesia, hacerme una religión a mi medida, porque separas a Dios de tu vida. Lo dejas completamente aparte. Y cuando lo dejas aparte es cuando aparecen estas ruinas. Estas ruinas inmensas. ¿Qué ocurre? Que no te vas dando cuenta y piensas que lo estas haciendo de la mejor forma posible, que todo lo que estas haciendo es bueno para ti y para otras personas. Hasta que te das cuenta de que no. Que todo ese vacío que llevas dentro solamente lo puedes llenar con el Señor. 

 

La nueva era, —particularmente el reiki, el yoga y todos estos movimientos filosóficos que vienen de oriente—, lo primero que hace es que aparta a Dios de tu vida, te vas creyendo que eres Dios. Entra dentro de un montón de herejías y piensas que puedes llegar a conseguir la salvación por tus propios medios, sin necesidad de Dios. Realmente, todo esto no viene de Dios. Viene del demonio. “Reiki” es una palabra que significa energía universal. Sin embargo, los exorcistas, cuando hacen exorcismos en personas que han estado, al menos, influenciadas, si no poseídas por el demonio, el demonio siempre da un nombre que es “reiki”. Se divide en varios niveles y es importante la cuestión de la maestría que es donde yo me consagré, porque yo consagré mi vida al demonio, incluso sin saberlo. Tú haces invocaciones a maestros ascendidos, a guías reiki. Y, desde luego, que no son ángeles. Bueno, en realidad, son ángeles. Pero son ángeles caídos. Si tenemos a Dios, y Dios no es, ya solamente nos queda el demonio. Es como poner dos velas —que era mi caso—, una blanca al Señor y otra negra al demonio. Los efectos los vi muy claros —y tenía que haberme dado cuenta— en una sesión de reiki con una señora que empezó a arquearse, tenía unos espasmos tremendos, la cara completamente desfigurada, los ojos vueltos. Lo peor es que, cuando terminamos la sesión, ella no se acordaba de nada de lo que había pasado en esos momentos. También, en otras ocasiones, vi sombras negras pasar a mi alrededor, que son demonios que se van haciendo presentes, y sentí presencias. Ahora, siento la presencia también, algunas veces, cuando voy a dar alguna charla, algún testimonio. Sé que es un ataque. Pero ahora tengo al Señor y a la Virgen, que están ahí, velando por mí. Siempre hago oración antes, porque si no, no podría dar testimonio. Todas estas cosas, que vienen de parte del demonio y de los ángeles caídos, lo que van haciendo, al principio, es dar la sensación de que hay sanaciones aparentes, que te vas encontrando más tranquilo pero, realmente, te va haciendo mucho más irascible. Mientras te hablan en tu tono, perfecto; pero en el momento en que te llevan un poco la contraria, saltas como un león, como un tigre, arañas y haces, si hace falta, lo peor. Y esos son los efectos que tiene la nueva era, que va minando la conciencia de pecado y separa a Dios de tu vida. Tú te creas tus propios estándares, pones el listón donde tu quieras y si algo “me molesta”, pues pongo el listón más alto y vivo más tranquilo. Aparentemente, claro. Porque, en el fondo, estás dejando tu corazón cada vez más roto y más vacío. Y, por esto, dedico mi vida a este ministerio de ir dando testimonio, de ir dando charlas y conferencias por todos los sitios donde me llaman. Allá donde me proponen ir, normalmente no digo que no, a no ser que sea totalmente imposible. Si es totalmente imposible el viaje físico, pues lo hacemos a través de redes sociales. 

 

Os voy a contar un poco mi experiencia en Medjugorje. Ocurrió que, cuando di mi primer testimonio en Asalto al Cielo, mi mujer llevaba una medallita de Medjugorje colgada al cuello, que nos la había regalado un sacerdote, el vicario de la Parroquia
—que, por cierto, volvió completamente distinto de su viaje a Medjugorje; fue inmenso para él—. El padre Álvaro Cardenas le preguntó a mi mujer que si habíamos estado en Medjugorje. Ella, evidentemente, le dijo que no, y la pregunta siguiente fue: “pero, ¿se lo has pedido a la Virgen? Es que si no se lo pides, no va a haber forma de que vayas”. Y descolgó un cuadro que tenía allí en casa y le dijo “mételo en la maleta porque si no sé que no te lo vas a llevar aunque te diga que lo cojas”. Y ahí empezó el deseo de querer venir a Medjugorje. El de ella, claro. Porque yo no tenía intención de venir. Empezamos a ahorrar dinero para que ella pudiera venir. Yo pensaba quedarme en casa, en el Puerto de Santa Maria, en aquel entonces. Y cuando teníamos cierta cantidad, recibo un sms de mi párroco, que ya era también mi director espiritual desde hacía un tiempo, para que fuéramos a Fátima. Y teníamos exactamente el dinero para que pudiéramos ir los dos. Entonces ella le consultó y el párroco, don Antonio, le dijo: “la Virgen os quiere a los dos”. Y fuimos los dos. Allí estuvimos y fue una peregrinación fantástica. Pero estaba la espinita de venir a Medjugorje. Después de ciertas vicisitudes, resulta que conseguimos el dinero para poder venir los dos. Yo vine a Medjugorje, más que nada, por acompañar a mi mujer porque yo no tenía mucho interés. Pero vine. Y, una vez que llegué aquí, a los dos o tres días me di cuenta de “para qué” me quería la Virgen aquí. Y era, precisamente, para dar testimonio. Era imposible que yo desayunara, comiera o cenara tranquilo porque no paraba de dar testimonio a las personas con las que compartíamos la mesa. Tuve que dar una charla, que fue un poco precipitada, un día de mucho cansancio y muy tarde, pero que empezó a dar algunos frutos. La segunda vez que vine a Medjugorje fue muy distinto porque quien no quería venir era mi mujer. Durante una adoración sentí que tenía que venir a Medjugorje. No sé todavía muy bien a qué. Pero también he dado testimonio y, aunque han pasado apenas 12 horas, ya he visto varios frutos, precisamente de elloY esa es la gran alegría que me he podido llevar aquí en Medjugorje. Además de esta paz que se disfruta aquí, en este sitio que está muy cercano al Cielo porque es donde la Virgen se está apareciendo todavía.  

 

Lo que más me impactó la primera vez que vine a Medjugorje fue el clima de oración que hay en todos sitios —aunque hay unos lugares especiales— y ver todo lo que es el altar exterior, esa cantidad enorme de bancos, absolutamente abarrotados de gente, rezando en cualquier idioma, y con un silencio que solamente se rompe con el murmullo de la oración y con las pisadas que van buscando un sitio donde arrodillarse o sentarse para participar en la adoración o en la Eucaristía.  También la subida al Monte de las Apariciones, donde estás pisando el terreno donde se ha aparecido la Virgen; y subir al Križevac meditando el Vía Crucis. Son experiencias maravillosas que te hacen poner tu propia vida en cada uno de los misterios del Rosario y en cada una de las estaciones. Es vivir una espiritualidad que se puede vivir en cualquier parroquia y en cualquier otro sitio pero que, aquí, es muy distinta y llena muchísimo más. 

 

Por último, me gustaría decirles a los que están metidos en la nueva era, a los que están compaginando su vida con el tarot, tiromancia, yoga —que lo hacen por deporte y no es deporte— que reflexionen, lo primero, si en lo que están recibiendo de esas disciplinas ven a Jesucristo resucitado. Que no se fíen de cualquier espíritu. Que el Espíritu que nos lleva de verdad a la fuente de agua viva es el que proclama la Resurrección del Señor, el que nos lleva, de alguna forma, al Señor. Y, aunque estén en la nueva era por ignorancia, que tengan en cuenta que el demonio es como un perro rabioso que está atado con una cadena.  Y tú no sabes que el perro tiene rabia, pero si entras, te estás acercando a que el perro te muerda, te de el bocado. Y el demonio es así. Si tú le abres una puerta, por esa puerta va a entrar, tarde o temprano, de una forma o de otra. Hay veces que no hace falta que sea de una forma muy fuerte porque ya tiene nuestra alma y, cuando eso sucede, ya no necesita nada más porque nos tiene seguros. Cuando intentas alejarte es cuando más ataca. Eso le pasa a todos los santos, en sus noches oscuras, y en todos los combates espirituales que vamos teniendo. Suelo terminar, muchas veces, diciendo que la mejor oración que podemos hacer es un Credo o un Padrenuestro, rezado palabra a palabra, frase a frase. Y si, realmente, sientes de verdad lo que estás diciendo, “Padre nuestro” o “Creo en Dios Padre”, y lo vas desmenuzando poco a poco, te darás cuenta de que no hace falta nada más que ponerte en presencia del Señor y en manos de la Virgen para llegar a ser completamente feliz.

 

Medjugorje, mayo 2022.

Únete para más información

Si quieres recibir el boletín mensual de Red Gospa, inscríbete!!

¡Está usted usando un navegador desfasado!

Hemos detectado que está usando Internet Explorer en su ordenador para navegar en esta web. Internet Explorer es un antiguo navegador que no es compatible con nuestra página web y Microsoft aconseja dejar de usarlo ya que presenta diversas vulnerabilidades. Para el uso adecuado de esta web tiene que usar alguno de los navegadores seguros y que se siguen actualizando a día de hoy como por ejemplo: