Padre Iván (sacerdote de la diócesis de San Sebastián)

>> Puedes ver la versión en vídeo de este testimonio transcrito, haciendo click sobre la fotografía.

 

Mi nombre es Iván. Soy sacerdote desde hace 9 años. Pertenezco a la diócesis de San Sebastián y estoy en varios pueblos de Guipúzcoa. 

Yo vine a Medjugorje por primera vez hace 9 años, recién ordenado sacerdote. La razón por la cual vine, entre otras, fue por la invitación de otro sacerdote, el Padre Gonzalo Moreno, que vivió aquí una conversión por la que luego él respondió a una llamada al sacerdocio. Es curioso, porque recién ordenados sacerdotes —él y yo somos del mismo curso, nos hemos conocido en el Seminario—, estuvo un verano en San Sebastián. Ese verano le invité a mi casa, junto con otro sacerdote. Él ya tenía previsto ir a Medjugorje, con su familia y un grupo de gente, e invitó a mi madre a ir también. Y mi madre dijo “voy a Medjugorje si mi hijo va”. Y así fue. Nos apuntamos y fuimos con un grupo de 80 personas. Yo no sabía dónde iba. Sí que había oído hablar de Medjugorje pero luego me di cuenta de que Medjugorje es un lugar de María. Y yo voy a Medjugorje con mi madre. Este es un dato importante porque está muy asociada una cosa con la otra.  

De esa primera vez en Medjugorje, en la que yo descubro lo qué es, destacaría una presencia de Dios y una presencia de la Virgen María, Su Madre. A mí una cosa que me ayudó mucho en Medjugorje era la adoración.  Terminaba la Misa y, a continuación, ese tiempo de adoración al Santísimo, en el que destaco esa presencia de Jesús en la Eucaristía, ayudado también de la música. Ya son 4 las veces que he venido a Medjugorje, en diferentes circunstancias, y cada vez que vengo subrayo esa presencia de Jesús en la Eucaristía, ayudado de una música de adoración. Es una música también internacional porque se canta en varios idiomas y es un canto muy letánico y repetitivo que a mí me hace mucho bien. A la Virgen, aquí en Medjugorje, se le llama Reina de la Paz, y quizás es uno de los frutos que también yo descubro, como una paz interior. 

Volviendo a lo anterior, a mi madre, esa experiencia en Medjugorje le hizo mucho bien. Es como que se le abrió el corazón y se le abrieron los ojos viendo una Iglesia viva que realmente le cautivó. Por otras circunstancias, he vuelto a Medjugorje. En dos ocasiones con otros sacerdotes y, en otras dos, con un grupo. A mí, Medjugorje me ayuda mucho como sacerdote porque me ayuda a entender mi vocación sacerdotal. Soy pastor y me entrego a las almas que Dios me pone en el camino. La segunda ocasión en la que he venido a Medjugorje ha sido, no solo con mi madre, sino con mi familia. Soy el hermano pequeño de cuatro y mis tres hermanos tienen familia. Así que, he venido con mi madre  y con mis tres hermanos, dos de ellos con su familia. Es curioso, porque, al final, vuelvo a Medjugorje, vuelvo a estar con la Virgen María y Ella es la que me lleva y me conduce de la mano de mi familia; primero, de la de mi madre, y luego del resto de mi familia. ¿Qué os puedo yo decir de una familia? Para todos, la familia es muy importante pero, es verdad, que para un sacerdote, venir con la familia a un lugar como Medjugorje es un regalo. Un regalo de Dios. 

Yo recuerdo, la primera vez que vine a Medjugorje, que una de las cosas que más me llamó la atención fue confesar. Es verdad que yo llevaba ordenado sacerdote dos meses y, claro, me puse a confesar y no eran confesiones breves. Eran confesiones de personas que llevaban mucho tiempo sin confesarse y a mí eso me llamó mucho la atención y me hizo mucho bien como sacerdote, pues, ya empezaba a reafirmar mi vocación en un lugar como Medjugorje. 

Cada vez que vas a Medjugorje es distinto. Y un fruto que yo descubro también es mi relación con la Virgen María. Es verdad que el cristiano está llamado a rezar y que hay muchos modos de oración. Y la oración con María, o de la mano de María, ha crecido. Medjugorje es un lugar en el que yo descubro que rezar a María es rezar a la Madre de Dios. Una Madre que te escucha, una Madre que intercede. Yo, la última vez que he estado en Medjugorje, le he presentado muchas intenciones, que es lo propio con la Virgen María, pero lo he hecho de un modo en el que sé que María es mi Madre, que cuida de mi y cuida de todos aquellos que Dios pone en mi camino: mi parroquia, mi familia, personas a las que yo acompaño. 

Y, ¿qué puedo decir a los sacerdotes que no han venido a Medjugorje? Yo les diría lo que dice el Evangelio: “ven y lo verás”. En Medjugorje hay que experimentar lo que sucede en este lugar.  Y para descubrirlo, uno tiene que vivirlo. En Medjugorje hay un mensaje claro que es “abrir el corazón”, “orar con el corazón”. Indudablemente, Medjugorje nace de las apariciones de la Virgen María, pero hay que descubrir el lugar y experimentar en primera persona qué es lo que sucede en Medjugorje. ¿Qué es lo que hay? ¿Por qué hay tantas confesiones? ¿Por qué hay tanta piedad eucarística? ¿Por qué hay tantos lugares de conversión? —como es la Comunidad Cenáculo— ¿Por qué viene y se convierte tanta gente? Yo destacaría que, al final, Medjugorje es una llamada a la conversión del corazón. La conversión, a mi modo de ver, es algo delicado, porque, a veces, uno se empeña en cambiar y uno no lo logra por sí mismo, porque la conversión tiene que ir muy de la mano del Señor. Y no se trata solo de que uno cambie sino que, viniendo a Medjugorje, uno descubra qué es aquello en lo que necesita ser cambiado por Dios, de la mano de María. Yo he de constatar que, en Medjugorje, sí que recibo gracias y luces, por medio de las cuales, descubro la realidad de mi vida y la realidad de mi entorno. Obviamente, Medjugorje son unos días, y ahora vuelvo a casa, vuelvo a mi parroquia y vuelvo a empezar, como cuando uno hace ejercicios espirituales, ¿no? Siempre dicen que los ejercicios espirituales empiezan cuando terminan y cuando uno vuelve a su casa. Aquí ocurre de un modo muy parecido.

Todo esto lo constato en primera persona pero podría hablar de todas las personas con las que comparto —que son muchas, porque al final cuando vienes en grupo compartes con unos, con otros— y a las que escucho dar gracias a Dios por estar aquí. No se trata de que haya unos cristianos de primera o de segunda, se trata de que la Virgen nos invita a estar aquí y que, por medio de Ella, uno recibe una gracia y que uno, con su libertad, responde a la llamada de Dios, para vivir unido a Jesucristo. Por eso, yo doy gracias a Dios por este lugar. Doy gracias a la Virgen María porque nos llama a unirnos a su presencia maternal y le pido a Ella, en mi ministerio sacerdotal, configurarme cada vez más con Su Hijo a esta llamada que sigue haciendo en mi vida.

Los días en los que estoy aquí, en Medjugorje, para mí son un tiempo de gracia. En primer lugar, descubro que es un lugar de conversión. Quizás, lo descubro para los demás porque sé que aquí las personas van a encontrarse con Dios y con la Virgen María. Entonces, para mí, ya, es un lugar de misión. Y Dios quiera que pueda volver con más personas y con gente de mi parroquia. Pero cuando vuelvo a mi casa, cuando vuelvo a la parroquia, para mí lo más importante es mi ministerio sacerdotal. Medjugorje es un lugar donde yo recibo unas gracias, que no las puedo compartir aquí porque sería abrir mi corazón de par en par, pero sí que recibo luces. Yo, en Medjugorje, me confieso y descubro, siendo transparente, qué es aquello en lo que mi corazón tiene que cambiar y tiene que ser cambiado por Dios. Por eso, yo sé cuales son las herramientas que utilizo en Medjugorje y que, luego, en la parroquia también deben ser utilizadas: la adoración, el rezo del Rosario… Muchas de las cosas ya se hacen en la parroquia pero, quizás, se puede afinar más y eso puede ser mejorado. 

Cada vez que vengo a Medjugorje descubro cosas diferentes. La última vez, he venido con familias, con matrimonios. Y aquí descubro que en la Iglesia es muy importante el cuidado de los matrimonios y familias. He visto en Medjugorje, por ejemplo, cómo vienen matrimonios juntos, que pueden experimentar la fe juntos, que pueden compartir y que pueden vivir de la mano de María esa vocación. Para mí, como sacerdote es muy importante. Primero, porque me ayuda a entender mi vocación, que es para los demás y, de un modo concreto, para los matrimonios y las familias. Y eso puede ser un reclamo para venir a este lugar, que es un lugar de descanso en el Señor pero, también, un lugar de convivencia, de fraternidad, de vivir con María la vocación. He visto matrimonios y niños disfrutar de un modo muy sencillo —a veces queremos que todo sea muy extraordinario, pero es de lo más sencillo—, orando y rezando de la mano de María en familia. Constato que eso es un bien que puedo llevar yo a mi parroquia y que eso sea un medio de misión para muchos matrimonios y familias que desconocen quién es el Señor. 

 

Medjugorje, junio 2022.

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