María Cots ( peregrina embajadora de su familia )
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Me llamo María Cots, soy peregrina en Medjugorje y me gustaría contar un milagro que hizo la Gospa en mi familia.
Tengo que contar un poquito mi historia de vida para que se pueda entender el milagro. Yo tengo una hermana que es mayor que yo y tiene tres hijos. La mayor es una chica y los otros dos, varones. Cuando nació mi sobrino, nos dimos cuenta de que el niño tenía una enfermedad rara y que no era un niño normal. Cuando pasaron dos o tres años, mi hermana tuvo otro hijo y nos dimos cuenta de que tenía también la misma enfermedad. A los pocos años me casé yo y también tuve un niño con la misma enfermedad. Todo esto fue un golpe en mi familia muy grande. Para situarnos, se trata de una enfermedad genética, por un cromosoma alterado, que afecta a los varones. Nosotras somos portadoras, pero no afectadas. Y, como teníamos otra chica en la familia, mi sobrina, teníamos un gran disgusto por todo lo que podría suceder.
En 2013, una persona me regala un libro sobre Medjugorje. Yo estaba aquel verano en mi casa y empiezo a leer el libro y, al llegar a la mitad del libro, le digo a mi marido “Juan Antonio, yo tengo que ir a ese lugar”. Mi marido me dijo “¿y eso, dónde queda?”. “No lo sé”, le dije yo, “dicen que está en Bosnia Herzegovina, es un pueblo pequeñito y allí se aparece la Virgen”. Él respondió “estás un poco loca”. Y lo dejamos ahí.
Al año siguiente, el párroco de mi parroquia hace una peregrinación y yo me decido a venir a Medjugorje. Cuando me estaba preparando para venir aquí, una amiga me dice “mira, María, te he comprado esta libreta y te la voy a regalar, para que escribas lo que te sucede allí”. La noche que salíamos de viaje, me acerqué a casa de mi sobrina y les dije a ella y a su marido “Mariví, Matías, ¿queréis algo para la Virgen?”, y al despedirnos, sale Matias a la puerta de la calle y me dice “María, voy a darte esto que tengo en las manos”. Era como un tallita de un feto, de madera, que él iba tallando. Mi sobrina tenía muchas dificultades para traer a un bebé al mundo y, cada vez que quedaba embarazada, él iba tallando y “gestando” ese bebé de madera. Y Matías me dijo, “mira, María, en cuanto llegues a ver a la Virgen, le dices de mi parte que le regalo este bebé y, a cambio, que Ella me regale un niño de carne y hueso, y que esté sano”. Bueno, cuando salí de allí, yo iba ¡con una emoción!… Cogí ese bebé, lo envolví en un pañuelo y lo metí en mi mochila. Y, al día siguiente, salimos de peregrinación a Medjugorje.
Cuando llegué aquí, yo desconocía todo, porque ni entré en internet ni me preocupé de saber nada. A mí me gusta la aventura. Llegué y, el primer día, Nikola nos trae al Monte de la Cruz. Yo llevaba el presente dentro de la mochila y, en todo momento, iba diciendo “¿dónde tendré que dejar el bebé?, ¿dónde voy a dejarlo?”. Hicimos el Vía Crucis y subimos arriba. Había mucha gente y yo no sabía dónde lo tenía que dejar. Veo un sitio donde la vegetación estaba un poco quemada y digo “allí voy, que no hay nadie”. Me acerco hacia allí y me pongo allí un rato y descargo todo lo que llevo en el corazón. Le dije a la Virgen, con toda la fuerza de mi alma, lo que necesitábamos en mi familia. Empecé a llorar, a llorar y a llorar. Y, en ese momento, por detrás de mí, viene un chico y, sin yo pedírselo, me dice “¿te hago una foto?”. Yo me incorporo en la piedra donde estaba y, al apoyarme, noto una cosa en mi mano. Me quedo boquiabierta, porque descubro que lo que había allí era un moisés de bebé y dentro un saquito con una etiqueta de un bebé chupando un biberón. Yo me quedé fría. Abrí el saquito, y dentro había un mensaje, pero estaría en croata o en otro idioma y no entendí nada. Lo curioso es que yo no me llevé ese regalo a casa. Yo lo dejé en el mismo sitio en que me lo encontré. Pero, sí que supe que la Virgen me estaba diciendo que yo vería un niño en mi familia. Eso, en mi corazón, sonó como si me lo hubiera dicho de palabra. Y le dije “Virgencita, después de todo lo que te he pedido, ¿tú me regalas esto a mí?, ¿me estás diciendo que en mi familia habrá un niño?”. Bajé, sin poder asimilar lo que había pasado. Recuerdo que se lo conté a mi párroco. Le dije “mire, don Francisco, le voy a contar esto pero no se lo voy a decir a nadie, porque me dirán que estoy loca”. Al día siguiente, nos fuimos al Monte de las Apariciones y yo llevaba en mi corazón todo lo que me había sucedido el día anterior, junto con el bebé de madera, la tallita del bebé de madera. Cuando vi a la Virgen, dije “ahora sí que sé donde tengo que poner el bebé que llevo”. Yo me acerqué, como pude, porque aquello estaba lleno de gente, me arrodillé y vi, a los pies de la Virgen, un ramo de margaritas blancas. Y dije “ahora vas a estar bien, bebé; debajo de este ramo de la Virgen”, “vas a estar en el mejor sitio”. Dejé allí el bebé y me bajé para el pueblo. Pasaron más cosas en Medjugorje y fui muy feliz en ese viaje.
Volví a casa y, a los tres meses, fui a casa de mi hermana. Yo voy mucho a casa de mi hermana porque ella tiene, en la actualidad, dos hijos con esa enfermedad. Uno tiene 41 años y el otro 38. Mi hijo murió, pero los de ella todavía viven. Cuando llego, encuentro a mi hermana muy triste. Me dice “María, ¿sabes lo que pasa? Mariví está embarazada”. Y yo le dije “¿cómo puede ser?”, porque no estaba en sus planes tener un hijo, por estar la cosa tan difícil. Entonces, yo me voy a casa, miro el calendario y empiezo a echar cuentas y veo que Mariví está embarazada desde la misma fecha en que yo llevé el bebé a la Virgen en Medjugorje. Bueno, tengo que decir que yo no llevé el bebé, sino que fue Matías. Yo solo fui un canal para llevar el regalo a la Virgen. Cuando llegué a casa le digo a mi marido lo que me había pasado. Él es incrédulo total y se quedó un poquito “así”, paradito. Y me dice “María, pues va a ser un niño”. Y yo “¿por qué dices eso?”. Me dice “porque el envoltorio del bebé es azul”. Yo no quería ni sentir la palabra “niño”… Pues, pasa el tiempo y, finalmente, tenemos un niño. Sano, guapo, inteligente, sin ninguna enfermedad. Y yo sé que es un regalo de la Gospa. Yo lo sé. Y, además, no solo tengo uno, sino que tengo dos, porque, a los dos años y medio, Mariví se queda embarazada otra vez, y tienen otro niño. Los dos están súper sanos y son unos niños preciosos.
Yo, en mi casa, en el patio, tengo una Virgen, una imagen de la Gospa, y, cuando los niños vienen a mi casa, ellos saben que son hijos de la Gospa, que son un regalo de la Virgen. Tienen sus padres, claro, pero vienen de la Virgen. Son chiquititos, uno tiene 5 años y, el otro, 3. Todos los días les pongo delante de la Virgen y le dicen cosas bonitas a la Virgen. Le dicen “guapa”, le dicen “gracias”, le piden cosas y, ahora, ya empiezan a rezar. Yo sé que esos niños son hijos de la Virgen y toda la vida les diré que ellos son un milagro de la mano de la Virgen. La imagen lleva colgando, en su mano, dos paquetes y mi sobrino mayor me dice “tía, yo quiero esos paquetes” y yo le digo “no”, “esos paquetes son dos regalos que la Virgen me regaló a mí en Medjugorje, y uno eres tú y el otro es Andreu”.
Cuando yo conté esto en casa, en ese momento, estábamos todos alarmados de pensar que Mariví estaba embarazada. Entonces, yo le dije a mi sobrina que ese niño era un regalo de la Virgen. Y se lo dije con un convencimiento total, porque lo siento así. Y yo sé que cuando la Virgen hace un regalo, lo hace a lo grande, no se queda con chiquitas. Y sé que este niño va a estar sano y bueno. Matías y Mariví se lo creen más o se lo creen menos, pero yo les digo siempre eso. Y, aparte, es que yo tengo una prueba muy evidente, que cuando estaba allá arriba y me salió el saquito, pasó un chico por allí y me hizo unas fotos. Son cinco fotos que reflejan lo que me regaló la Virgen. Los médicos dicen, en su ciencia, que cabía una remota posibilidad de que naciera un niño sano… pero ¿dos? Y yo siempre digo “llevadme a ver a ese médico que yo le voy a contar lo que pienso”.
Después de cinco años, he vuelto otra vez a Medjugorje. Yo tenía la promesa de volver a la Virgen para darle gracias, gracias y mil veces gracias porque estos niños han traído la felicidad a nuestra familia. Yo tenía que venir, sí o sí, a Medjugorje. Estos días, para mí, son muy bonitos porque, aparte del agradecimiento, la Virgen me regala muchas cosas más. Y estoy súper agradecida. ¿Y cómo he cambiado espiritualmente? Pues yo, a la Virgen, la tengo en el patio de mi casa y la he puesto allí para verla en todo momento. En cuanto me levanto, la miro y digo “que sea este día lo que Tú quieras”. Para mí la Virgen es importantísima. Y la descubrí no hace mucho, ¿eh?, en aquella primera peregrinación. Y digo que la descubrí, porque yo siempre decía la “Madre de Dios”, nunca había dicho “Madre mía”. Y pasó una cosa, también, arriba que me hizo tomar el Rosario entre mis manos, con mucha fuerza, y pedir por otra persona y decirle “Madre mía, ayúdala” y, en ese momento, sentí en mi corazón que la Virgen es mi Madre. Que, anteriormente, era “Madre de Dios”, no “mi Madre”.
Hay dos sitios en Medjugorje que para mí son muy significativos. Uno es el Monte de la Cruz. Por cierto, ayer le dije a Nikola que me llevara justo al mismo sitio para poder dar gracias en ese lugar. En ese sitio, para mí, empezó el milagro, porque fue cuando la Virgen me enseñó el moisés y me indicó que había un bebé por venir. Ese sitio es muy significativo para mí. Y, por supuesto, el lugar del Monte de las Apariciones, donde puse el bebé que llevaba yo desde casa. Eso es importantísimo. Y también es importante una cosa que me sucedió. ¡Es todo un puzzle, tan perfecto! El cuaderno que yo llevaba, que me regalaron, curiosamente, tiene en la portada un campo de margaritas blancas y arriba pone “te hablaré al corazón”. Y yo digo “Virgencita, ¡si lo tenías todo preparado para mí!”.
Medjugorje, mayo 2022.
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