Padre Borja (sacerdote diocesano de Getafe -Madrid-, España)

>> Puedes ver la versión en vídeo de este testimonio transcrito, haciendo click sobre la fotografía.

 

Hola, muy buenas. Soy el Padre Borja. Soy Hermano del Amor Misericordioso y llevo seis años de sacerdote. Me ordené en la diócesis de Getafe, en el Cerro de los Ángeles. Yo vine por primera vez, aquí, a Medjugorje, porque la Virgen me mandaba un montón de invitaciones por todos los lados.

La primera vez que vine fue en el año 2012. Yo llegué a Medjugorje, es cierto, con muchísima ilusión, es decir, qué bien, qué guay que voy a Medjugorje. Había escuchado muchísimo hablar de Medjugorje, había escuchado muchos testimonios de Medjugorje pero no había tenido nunca la oportunidad de llegar, de venir. Cuando vine era seminarista. Yo me acuerdo de llegar con el autobús por la calle principal y nada más ver la Iglesia fue como ¡wow!, ¡qué bien!, ¡ya estoy en Medjugorje! Y me bajo yo allí y digo, ¿pero qué es esto? Yo me esperaba allí como una catedral, no sé, como una gracia súper especial nada más llegar, ¿no? Y entonces, como que me decepcionó un poquito. Pues nada, nos fuimos al hotel, dejamos las maletas, fuimos corriendo a la Misa, que era en croata, y yo no tenía los cascos y decía, “vaya, estoy viniendo a Medjugorje, ya no estoy aprovechando el viaje”, porque yo noté que las expectativas que yo tenía habían cerrado mi corazón.

Después de cenar con el grupo que veníamos, nos dijeron que quién quería subir al Monte. Entonces, bueno, pues venga, ya que estamos aquí vamos a subir al Monte de las Apariciones por la noche. Entonces, yo me acuerdo que subiendo el Monte íbamos rezando el Rosario y yo sentí, dentro de mí, cuál era el motivo por el que la Virgen me había traído aquí. O sea, yo me convertí con 18 años y me había encontrado muy fuerte, muy fuerte con el Señor, cambié de vida completamente e, incluso, descubrí la vocación. Pero a la Virgen… le tenía cariño, había rezado el Rosario todos los días, pero nunca la Virgen había sido para mí como mi Madre. Y entonces yo noté mientras subía el monte, el Podbrdo, que la Virgen me decía “estas aquí para que me descubras como tu Madre”. Me acuerdo que fue llegar a la imagen de la Virgen que hay en el Monte de las Apariciones y el corazón me dio un vuelco, pero un vuelco de amor, o sea, se me despertó, así, por obra del Espíritu Santo, un amor a la Virgen María que, evidentemente, no era mío, porque yo sí tenía devoción a la Virgen María pero nunca había sentido el amor por la Virgen María. Entonces, cuando yo me puse allí de rodillas, debajo de aquella imagen, es que mi corazón quería reventar de amor a la Virgen Maria. Y yo entendí que, en mi vida, la Virgen había estado presente, me había dado muchas gracias, pero yo nunca había tenido intimidad, nunca había tenido unión con la Virgen María como sí había tenido con el Señor. Desde ese día, desde esa noche, todos los momentos de la peregrinación, todo, se impregnó del amor a la Virgen María. Iba paseando y es que notaba la presencia de la Virgen; me confesé, notaba la presencia de la Virgen; estábamos en la adoración y me estaba llegando la presencia de la Virgen; subimos al Monte de la Cruz y estaba la presencia de la Virgen. Estaba todo, había una atmósfera, como si hubieran echado un perfume y todo olía a la Virgen María. Incluso rezar era algo natural. Lo bonito de Medjugorje, que yo me llevé la primera vez, es que lo sobrenatural se me hizo natural. Me era natural rezar, irme a hacer oración. Todo en lo que uno tiene que hacer un esfuerzo, normalmente, por mantener la vida espiritual, aquí era más fácil.

Yo llegué ilusionadísimo de Medjugorje, llegué rezando el Rosario con un amor a la Virgen enorme. Entonces, se lo conté a un cura amigo mío, “he estado en un sitio que se llama Medjugorje, donde la Virgen se aparece todos los días”. Y este cura me dice “¡ah! ¿que la Virgen se aparece todos los días?”. Digo “sí, a las seis menos veinte se aparece la Virgen todos los días”. Y me dice, “sí, hombre, la Virgen se va a aparecer todos los días a las seis menos veinte de la tarde, ¿no?” La respuesta natural que me salió fue “mira, la Virgen se aparece todos los días porque es la Madre de Dios y ¡que para eso es la Virgen!”. Es decir, creemos cosas más grandes en la fe cristiana, ¿no? Creemos en la Eucaristía, creemos en los sacramentos. A mí no me resulta ningún problema creer que la Virgen se aparece todos los días. Eso para mí es Medjugorje. Medjugorje es un encuentro personal de amor con la Virgen María.

Yo le diría a un sacerdote que esta dudando si venir a Medjugorje, no venir a Medjugorje, qué hago, voy o no voy, que no dudes. No dudes. Porque San Juan de Ávila dice que donde está el rey está corte y donde está la corte ahí está el rey. Entonces, llegar a Medjugorje y encontrarte que todo gira alrededor de la Eucaristía, es como la fiabilidad de que aquí se tiene al Señor en el primer sitio. Y que, en consecuencia, la Virgen está presente en todo lo que se hace. No desaproveches la oportunidad, porque la Virgen se aparece, te llama, te busca y tiene un mensaje que darte, para ti, aquí en Medjugorje. Uno puede decir, bueno, pues que la Virgen me lo de en mi parroquia. Pues no te lo va a dar allí. ¿Por qué?, porque hay gracias especiales en sitios especiales. No es lo mismo una Misa de diario, que una Misa en la que me caso, o en la que me ordeno, ¿no? Hay gracias especiales en momentos especiales. Por eso yo te animo a que vengas. La Virgen te está llamando, te está esperando, porque quiere darte algo a ti, aquí, especialmente.

El sitio para mi principal es el Monte de las Apariciones. Cuando yo llego, lo primero que hago, esté cansado llegue a la hora que llegue, tengo que subir arriba a saludar a la Virgen y a decirle “Madre, aquí estoy, de nuevo”. Gracias por haberme traído. Desde que me he ordenado tengo la suerte de que la Virgen me trae todos los años. Como hay pocos curas, pues me cae el poder venir (risas). El otro día, cuando subí al Monte de las Apariciones, subí otra vez con el corazón que me palpitaba; como que la Virgen me volvía a decir “necesitabas volver”. Pues igual que la materia tiende al desorden, que tú limpias la habitación y a los tres días está otra vez llena de polvo, pues la vida espiritual y el amor a la Virgen se va desgastando, ¿no? Con el quehacer de la vida, con las cosas que tenemos, las preocupaciones y, sobre todo, con las responsabilidades. Se nos va desgastando la vida espiritual. Por eso uno hace ejercicios espirituales todos los años. Y, del mismo modo, el amor a la Virgen se va desgastando  y hay que ir renovándolo. Cuando yo subía el otro día al Monte notaba que la Virgen me decía eso: “vienes a renovarte, a renovar la unión conmigo, a renovar esa gracia conmigo”.   Y eso es algo inexplicable que, solamente si nos ponemos al nivel del alma, podemos entender. Esta es mi historia de Medjugorje, que es un trocito de Cielo donde se ama a la Virgen, donde se quiere a la Virgen y, sobre todo, donde la Virgen tiene algo esperando para darte a ti.

Medjugorje, mayo 2022.

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